COMFORT FOOD, VUELTA A LOS ORÍGENES
Dejemos las prisas, las esferificaciones, las deconstrucciones y el gusto por lo artificial. Damos la bienvenida al comfort food con los brazos abiertos y los sentidos preparados para disfrutar de esta nueva tendencia que homenajea a lo viejo: volvemos a los orígenes.
Si hablamos de comfort food (término con mayor aceptación en el mercado anglosajón, donde su origen se remonta a la década de los 70) estamos hablando de:
· Emoción. La nostalgia es el McGuffin de esta cocina emocional. Platos reconocibles, ligados a la memoria y por lo tanto al entorno. La cocina no como reto, sino como descanso. Ningún interés por la tensión intelectual ni por el trampantojo, la cocina como acto sencillo, vital, necesario.
· Placer. Nada más lejos del placer que la excesiva preocupación por lo healthy. De hecho, muchos de los platos de la comfort food se caracterizan por no andar precisamente escasos de carbohidratos: hamburguesas, pasta, cocido, huevos rotos… ¡Basta de fruslerías!
· Tradición. La memoria en la gastronomía también significa mirar atrás en busca de la cocina casera y los platos castizos, es decir, vuelta a los orígenes, a la cocina tradicional, las tabernas y el PRODUCTO, con mayúsculas y en negrita. El gastro bar ha muerto, ¡que viva la casa de comidas!
· Sencillez. "Simplicity is complexity resolved", afirma Brancusi. O mejor, Einstein: "Si tu objetivo es explicar la verdad hazlo con sencillez, la elegancia déjasela al sastre", quizá agotada (o ya únicamente circunscrita al territorio de la alta cocina) la vía del plato con storytelling y la carta con reflexiones de Paulo Coehlo, esta tendencia ha colisionado de lleno con lo que muchos buscamos: buen producto, bien elaborado. Sin más.
· Back to the basics. Todos tenemos un comfort food en la cabeza, de igual manera que tenemos un Macondo, una peli o un libro al que volver. Quizá sean unos guisantes lágrima, quizá un rodaballo, unas chuletas al sarmiento o un risotto con trufa. Lo que está claro es que no será una espuma esferificada.
¿Ejemplos de comfort food en nuestras ciudades? Afortunadamente, cada vez más: Bar Brutal o La Pubilla en Barcelona, La buena vida, Los Chuchis o Meating en Madrid, Toninya o Casa Jomi en Valencia, la barra de El Campero en Barbate, Paprica en Lugo o, por qué no, el indescriptible santuario de Víctor Arguinzoniz en el Asador Etxebarri, donde la cocina es —sigue siendo— como siempre soñamos que fuera: silencio, brasas, producto, naturaleza, madera, humildad, coherencia y emoción.
No es mal plan, ¿no creen?